La culpa es del viento

El viento me trajo tu recuerdo. No fue un olor, ni toda la música que alguna vez oímos juntos. Ni una risa que es como la tuya, de esas que se oyen sobre las multitudes... Fue el viento.

No fue un recuerdo del comienzo o del fin; fue un recuerdo breve, una aparición fugaz de uno de esos momentos en donde no existe más que tu y yo. El viento sopla ahora como soplaba ese día mientras te obsequiaba esa flor que colocabas en tu cabello; un horroroso cliché, lo se, pero ambos coincidíamos en lo mismo: los treinta son los nuevos quince, y a los quince ¿tiene menos sentido, acaso? No, tenía todo el sentido del mundo.

El viento despeina tu larga cabellera y sonríes, yo también sonrío. Apenas si veo tu cara, tu bebes y yo también. La arena negra se nos cuela por entre las zapatillas mientras caminamos. Paramos y nos las quitamos, eso fue lo primero que nos quitamos esa tarde en la playa. 

Y ahí estás en mi memoria, con el cielo que rompe a llorar en cualquier segundo como telón de fondo y yo acá, a tanto tiempo de distancia viendo las mismas nubes de tormenta, usando el mismo polerón azul que tú usabas ese día. Sus colores se han desvanecido al igual que el resto de nuestros recuerdos... menos éste. O eso creía hasta que el viento me trajo tu recuerdo.



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