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Desnudarse, no era nada nuevo.

Nos habíamos desnudado tanto a lo largo del tiempo, que se había vuelto trámite. No era nada nuevo, ni siquiera entre nosotros. Las ropas yacían por doquier; un calcetín aquí entre las sábanas, el sosten sobre la lampara, los pantalones en el pasillo y allá en la entrada, todo lo otro. Afuera de casa, los cinturones y otros accesorios que nos veníamos soltando desde mucho antes de llegar. Desnudarse, no era nada nuevo. Nuevo fue el beso suave tras la oreja, cuya sutileza hizo levantarse a todos los pelos del cuerpo, la lengua que serpenteó suavemente en recorrido zigzagueante en dirección al cuello e hizo un alto sobre la clavícula para transformarse en incitante mordida; la primera de todas ellas. Las manos recorrían su cuerpo nuevo, manos que rejuvenecían con la efímera caricia sobre sus pechos, con el tacto suave de su piel de seda que se arqueaba tras el lento y pausado paso del dedo índice que va en dirección de aquél lugar prohibido y permitido. Su cuerpo respondía en rítmi...

If this scars could speak

If this scars could speak, they'll tell a long tale, about a boy that loved too much to look the smirk under the veil. If this scars could speak, they'll sing songs about a kid, who fought, with the lonelyness, hearing music in repeat. If these scars could speak, they'll mutter a whisper of a young, who lived his life in a way, like, there was no other one. If these scars could speak, they'll cry and scream and yell, the wrongdoings of an adult, ready to make amends. If these scars could speak, they'll tell stories rather sad, mostly about a healing man, who thought 'twas going mad. If these scars could speak, they'll sing the most beautifull song, about a man that was once doomed; and into love, reborn. *

La chica de rojo

Ya estaba sentada, no se si esperandome o ahí en el viaje. De rojo. Unas delicadas flores, orlaban su vaporoso vestido de una pieza, que ondeaba al ritmo del latir de su corazón. O del mío. Piel del color del trigo; un poco mas arriba, un poco más pálida, me señaló el grácil movimiento de su mano, que ondeo el borde de su vestido; no una, sino tres veces... tres centrimetros más arriba, cada vez. La vi no mirándome, la vi sacarse los lentes para no mirarme mejor. No la vi leer mi libro por sobre mi hombro o de reojo, pero si vi en su teléfono, que a ella también le interesaba el tema en cuestión... unos diez minutos después. La curva de su cuello dorado, terso como fruto a punto, invitaba a la mordida. Resistí la brisa dulce del perfume que emanó, cuando fuí testigo de aquel tesoro oculto bajo su cabellera. Velo colorido, exhibidor del fruto prohibido. Viajamos uno junto al otro. Dos horas, mil horas, un segundo. Se bajó poco antes que yo; no le vi la cola serpentear al rit...

Reencarnación

Al principio, se veía todo negro, como un tunel. A lo lejos, se divisaba una luz. ¿Estoy muerto? -se preguntó. Se respondió que no; en el fondo, nada lo está. ... y prestó atención a la luz. Todo me ha dicho siempre que vaya hacia la luz, así que no desoiré el consejo. -se dijo para darse ánimos. ... y se alzó hacia la luz, y la luz se hizo más fuerte a medida que se acercaba al fin. Y de la tierra desnuda, surgió el más bello de los brotes.

Cuerpos celestiales

Hay un planeta, en donde un árbol, besa a otro árbol. Es un planeta pequeño que erra alrededor del universo. Su órbita es tan larga, que pareciese viajar en línea recta. Pero viaja tan lento, que nadie lo nota. Giran, porque su abrazo es en espiral. Eterno. Incesante. Gravitacional. Sus hojas, ondulan ante la caricia del polvo cósmico. Sus raices, unas junto a las otras en el minúsculo planeta en el que viven, en una caricia infinita. Sus frutos, los más dulces. Las ramas, se funden y confunden en mozaicos siderales. Su fulgor, es el calor de mil soles. Las otras estrellas, les abren paso.

En las manos del viento

En las manos del viento, bajo la trémula luz de luna, siento el leve roce, del fulgor de tu cintura. Intento girar, para verte llegar. Y oigo el paso ágil, de tu caminar. Cierro los ojos, en espera, del arribo dulce de tu primavera. Y siento entonces, en mi beso, el sutil dulzor, de tu regreso. _________________________ Final alternativo: Y un beso tímido me avisa, que haz llegado a tiempo, y con pizza. *

Pequeña décima centenaria

A Violeta Parra Noventa y seis campanazos... Llaman a vuestras puertas, Noventa y siete señores, Te traen oro, mirra, ofrendas. Noventa y ocho vitores de noventa y nueve guitarras, Cantan a coro, En tus cien años Feliz cumpleaños, Violeta Parra. *