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El eco entre las rocas

Es otra vez víspera de navidad. El púrpura del atardecer ulula entre la caliza de las rocas de la fortaleza que me protege de los últimos rayos dorados; dorados como tu pelo al viento. Una ola me salpica otro beso de despedida, al alero del ojo derecho junto a ese lunar; y su rocío esboza una sucesión de osculos que naufragan en el lóbulo, desértico de tu soledad. Yo acá, tan lejos del vaivén de ese pompón que acompasa un ritmo circular del gorro rojo que hoy has de ondear, en donde todo presente es recuerdo. Y no hay ola que acalle la voz de ese silencio; que golpea entre las rocas, piedra arena cemento, se estrella en los fragmentos purpúreos; que al viento, se ordenan en cristales de sales de mar. Donde el eco de tu voz; nunca, volverá a sonar.

El Infortunio

El infortunio viste un negro traje de novia, la cola se engancha en cada esquina, el velo es corona carne espina que mana rubíes de la frente; que cancina, cetrina contextura de ojos grandes como lagos turquesa, es su éter envuelto, de ónice carbón y amargos tragos camina, lento entre las zarzas la piel jirones a cada paso que avanza, cae al suelo y cada espina clava un piquero sin amagos, en sus ojos grandes  como lagos. *

Corolario a Poe

Más eones han pasado, De aquel tiempo olvidado, En que el cuervo ahí posado Sorbió mi alma contento. Su fulgor violeta intenso, a mí duelo dió lugar, y en su triste fulgurar, de a poco fui conociendo, la historia del cuervo errante, oscuro, de la bahía, que a mí busto fue a posar, Y así su historia narrar. Y posado, señorial, eternamente sentado. Fue reloj de arena negro pluma a pluma secundado, del tiempo que ha olvidado, ese nombre del horror, que esperamos repeti r nunca más, por favor.

Florecer

Un rayo de sol, al fin te toca. Su tibio calor golpea esa puerta que cerraste hace tanto, entra por la ventana que sellaste a cal y canto; apoca , las mil chimeneas, dos mil infiernos, tres mil veranos; en que una vez, calentaste tus manos. Te alza de la tierra en donde dormías, sereno, pone fin a tu condena. Partícula bendita, onda sagrada; oye desde su orbe, tu meliflua llamada. Tu vestido de madera, lentamente desbotona ; te alza hada y mujer te nombra, te viste driada y perra y monja, te canta y besa y te perdonas; corta las cadenas con las que ataste, el fulgor de tu alma, cuando te sepultaste. Sabe ardor milagro espina; cubre la tierra de punta a cabo; rocas cuarzos, polvo dorado, verdor de campo y agua salina, es su luz; el escenario, donde crece; danzarina, el reflejo muy sutil, de la flor de tu mirada. Y la luz ahí brillaba, respondiendo como un grito, fecundando mar y tierra, perecible o infinito, luminando lo maduro y lo marc...

Fuego

Fuego en el pelo, fuego en los ojos, andar fugaz de diamantes rojos. Árbol en llamas corazón de tizón, hoja a hoja, tu fulgor me despoja; lentamente, de la razón, como amantes; en la flama. Fuego en la piel, fuego en la lengua, arde quemando; en mí piel, tú paciencia. Crepuscular, iridiscente, tu calor todo lo toca. ¡Hasta el éter de mí ser ruega el fuego de tu boca!; tu palabra cual incendio vorazmente me sorprende, invitándome a arder; desde ahora y para siempre.

Cáliz

Una gota de tu cáliz brota. Tímido, sin morbo. Con la punta de la glosa, la sorbo. Mí dedo frota, el suave borde de tu copa. Delicado espiral, gratamente helicoidal. Hasta que un sonido brota, de su matriz esencial. Me acercas tu cáliz y yo feliz. Bebo sus notas cereza, sabor de canela y piel. Asiente con la cabeza y yo sumido en su miel; soy labios y boca y también soy nariz. Sus manos imploran me guían a distancia, poniéndome a punto a beber su escancia. La miró a los ojos y ella perdida. Absorta en mi beber; o en su placer, sumida. Mí lengua hace letras en el zenit de su copa, y escribo su nombre con la última gota...

Servitud

El intelecto es esclavo, del demonio de la ambición. La razón se alcanza, cuando piensa El corazón.