Cerritos de tierra (o la concreción de los sueños)




Caminaba rumbo a mi casa cuando por primera vez en 20 años volví a ver un cerrito de tierra y sonreí. La gente común ve los cerritos de tierra como un montón de terrones apilados unos sobre los otros; pero, yo lo vi como cuando tenía nueve años.

Recuerdo perfectamente uno de esos días de sol de verano del 89, cuando el verano era menos cruel y sus colores mas vivos; me recuerdo de shorts y polera, saliendo de mi casa después de almuerzo con un autito en cada bolsillo caminando hacia la el árbol de ramas delgadas que crecían a ras de piso (que servían para hacer látigos y astas de banderas), para llegar hasta nuestra tácita área de juego destinada a los autos.

Álvaro llegaba antes (o después según el caso), y nos disponíamos a crear caminos, carreteras, estacionamientos y cuanta cosa necesitaran los autos, una vez construimos una ciudad completa mientras la gente que iba a comprar al local de la esquina miraba con curiosidad el afán que ponían este par de niños en su trabajo.

Cierta vez Álvaro se entró a tomar once y yo me quedé solo terminando una ciudad hasta mas tarde (generalmente los perros, el viento y los transeúntes las borraban al terminar la noche y rara vez podíamos utilizar una ciudad del día anterior, pero no podía dejarla a medias), terminé de adornar y señalizar rutas y vías, accesos y demases cuando un caballero se me acerca y me pregunta ¿qué es eso?, una ciudad (obvio) – le dije yo, y me dediqué a explicarle el porqué de cada salida, aviso y etcéteras. Me preguntó quien la hizo terminada mi explicación y le conté que Álvaro y yo la habíamos hecho.

Me dijo que estábamos ligados al área creativa, que era un gran trabajo y que probablemente termináramos como arquitectos o diseñadores. Yo le sonreí con cara de gracias pero no le entiendo lo que dice y el me sonrió de vuelta, luego siguió hacia donde se dirigía y lo perdí de vista dando vuelta en la esquina.

Tres días atrás vi cerritos como los que hacíamos de infancia junto a la multicancha y recordé que de niño era igual, desafortunadamente cuando pasé los niños ya no estaban, me hubiese gustado ser el caballero que pasa caminando y les dice a los niños lo creativos que son y el área en la que podrían terminar pues quien me lo dijo a mi tenía razón.

Álvaro es arquitecto y yo soy diseñador.


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