Delimitación fronteriza

 

¿Y porqué dormiste mal? —me pregunta.

La hipótesis, es que ella duerme en su mitad de la cama. Luego vengo yo; supuestamente, dueño de la otra mitad. Remata el orden habitual el gato, amo y señor de la casa y dueño de su propia cama. Pero, la organización euclideana a la que en la hipótesis nos sometemos, metamorfosea, ondula y serpentea, apenas cierro los ojos para dormir.

Un brazo, proveniente de la mitad de allá, es el primero en atravesar los límites hipotéticamente delineados, de este continente flotante llamado cama. Una tropa de dedos avanza lentamente hacia la posición más alta, y se posa sobre mi pecho en reconocimiento. Los dedos descienden, seguidos del grueso del brazo, en algo así como un abrazo.

Me giro a un rincón, escapando a la construcción de un muslo de concreto. Pierna sobre pierna, trabajo de cantero, transgrede en mi lado sobre el cerco corralero que mi sueño ha levantado para defenderse serio, de la segura aparición de ese cuerpo; que aunque bello, igual pascual me va a robar mi espacio. 

El usuario de la mitad reducida a tercio producto de la pugna limítrofe, es empujado al abismo del borde de la cama. Yo, cual hiedra de cerro, petreo me aferro, para evitar la caída.

Más la invasión se completa, cuando el verdadero tirano hace aparicion y reclamo de su supuesta propiedad, poniendo un pie en lo conquistado anexándolo a su lado, haciéndose amo y señor con toda severidad. Sube el tirano al continente, blandiendo garras y dientes, poniendo en antecedente que toda cama le pertenece. No vacila en demostrar que es el dueño del lugar; forzándome su felinez a incómoda posicion fetal. Se acuesta sobre mis piernas, dejándome en total, sólo un sexto de la cama en la cual poder descansar.


Y cómo siempre al despertame, nuevamente, dormí mal. —respondo.

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