La chica de rojo

Ya estaba sentada, no se si esperandome o ahí en el viaje. De rojo.

Unas delicadas flores, orlaban su vaporoso vestido de una pieza, que ondeaba al ritmo del latir de su corazón. O del mío.

Piel del color del trigo; un poco mas arriba, un poco más pálida, me señaló el grácil movimiento de su mano, que ondeo el borde de su vestido; no una, sino tres veces... tres centrimetros más arriba, cada vez.

La vi no mirándome, la vi sacarse los lentes para no mirarme mejor. No la vi leer mi libro por sobre mi hombro o de reojo, pero si vi en su teléfono, que a ella también le interesaba el tema en cuestión... unos diez minutos después.

La curva de su cuello dorado, terso como fruto a punto, invitaba a la mordida. Resistí la brisa dulce del perfume que emanó, cuando fuí testigo de aquel tesoro oculto bajo su cabellera. Velo colorido, exhibidor del fruto prohibido.

Viajamos uno junto al otro. Dos horas, mil horas, un segundo.

Se bajó poco antes que yo; no le vi la cola serpentear al ritmo de su hipnotizante contoneo, porque un caballero no anda por la vida mirando colas.

De ése tipo de rojo.

Comentarios

Entradas populares