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Casi un año de revolución

 El puñado de los que me leen desde hace años, quizás recuerden "como se los explico, hijos míos" del año 2011, en donde hacía una breve intro de lo que eran las manifestaciones hasta esa fecha. Chile desde ahí a esta altura ha cambiado mucho, mucho; recuerdo por ahí por el 16 de octubre del año pasado, mientras nos tomábamos unas cervezas con unos amigos (posterior a la marcha del 12 de octubre) yo les decía : va a quedar la zorra en este país culiao... A la semana siguiente el tiempo me daría la razón. Y estamos a nada de celebrar un año de que no ha cambiado nada a pesar de que todo ha cambiado, de que celebraremos un año de la muerte del neoliberalismo y éste aún no lo sabe. O que celebremos ser el país que lo prendió todo o ese pedazo de tierra que se martirizó completo y sirvió de ejemplo para que nunca más. Piedra filosofal; cuna de sacrificios como Víctor Jara o Macarena Valdez.  Mientras todo arde, les traeré noticias.  Eso.  Mi compromiso escritor-político ...

El velo

La cortina de lluvia que antes separaba éste recuerdo tan mío de ese recuerdo tan tuyo se ha deslizado lo suficiente como para dejarme salir. Se está tibio acá, bajo el ala protectora del vapor que huye rebelde del contacto de todo aquello que ya no cabe en la oquedad materna y emplumada de la ausencia tuya, un huequito diminuto de un calor recíproco como cuchara junto a cuchara, entre la cual me escurro para ver tu recuerdo en espiral descendente fluyendo en dirección al centro profundo del alcantarillado olvidado bajo la cortina de lluvia, que aún clamándome tuya... Me ha dejado escapar. 

El eco entre las rocas

Es otra vez víspera de navidad. El púrpura del atardecer ulula entre la caliza de las rocas de la fortaleza que me protege de los últimos rayos dorados; dorados como tu pelo al viento. Una ola me salpica otro beso de despedida, al alero del ojo derecho junto a ese lunar; y su rocío esboza una sucesión de osculos que naufragan en el lóbulo, desértico de tu soledad. Yo acá, tan lejos del vaivén de ese pompón que acompasa un ritmo circular del gorro rojo que hoy has de ondear, en donde todo presente es recuerdo. Y no hay ola que acalle la voz de ese silencio; que golpea entre las rocas, piedra arena cemento, se estrella en los fragmentos purpúreos; que al viento, se ordenan en cristales de sales de mar. Donde el eco de tu voz; nunca, volverá a sonar.

El Infortunio

El infortunio viste un negro traje de novia, la cola se engancha en cada esquina, el velo es corona carne espina que mana rubíes de la frente; que cancina, cetrina contextura de ojos grandes como lagos turquesa, es su éter envuelto, de ónice carbón y amargos tragos camina, lento entre las zarzas la piel jirones a cada paso que avanza, cae al suelo y cada espina clava un piquero sin amagos, en sus ojos grandes  como lagos. *

Corolario a Poe

Más eones han pasado, De aquel tiempo olvidado, En que el cuervo ahí posado Sorbió mi alma contento. Su fulgor violeta intenso, a mí duelo dió lugar, y en su triste fulgurar, de a poco fui conociendo, la historia del cuervo errante, oscuro, de la bahía, que a mí busto fue a posar, Y así su historia narrar. Y posado, señorial, eternamente sentado. Fue reloj de arena negro pluma a pluma secundado, del tiempo que ha olvidado, ese nombre del horror, que esperamos repeti r nunca más, por favor.

Florecer

Un rayo de sol, al fin te toca. Su tibio calor golpea esa puerta que cerraste hace tanto, entra por la ventana que sellaste a cal y canto; apoca , las mil chimeneas, dos mil infiernos, tres mil veranos; en que una vez, calentaste tus manos. Te alza de la tierra en donde dormías, sereno, pone fin a tu condena. Partícula bendita, onda sagrada; oye desde su orbe, tu meliflua llamada. Tu vestido de madera, lentamente desbotona ; te alza hada y mujer te nombra, te viste driada y perra y monja, te canta y besa y te perdonas; corta las cadenas con las que ataste, el fulgor de tu alma, cuando te sepultaste. Sabe ardor milagro espina; cubre la tierra de punta a cabo; rocas cuarzos, polvo dorado, verdor de campo y agua salina, es su luz; el escenario, donde crece; danzarina, el reflejo muy sutil, de la flor de tu mirada. Y la luz ahí brillaba, respondiendo como un grito, fecundando mar y tierra, perecible o infinito, luminando lo maduro y lo marc...

Fuego

Fuego en el pelo, fuego en los ojos, andar fugaz de diamantes rojos. Árbol en llamas corazón de tizón, hoja a hoja, tu fulgor me despoja; lentamente, de la razón, como amantes; en la flama. Fuego en la piel, fuego en la lengua, arde quemando; en mí piel, tú paciencia. Crepuscular, iridiscente, tu calor todo lo toca. ¡Hasta el éter de mí ser ruega el fuego de tu boca!; tu palabra cual incendio vorazmente me sorprende, invitándome a arder; desde ahora y para siempre.