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Nada mas que piel

Muchachos y muchachas semidesnudas recorren las calles, aceras y parques de la gran ciudad. Se ha vuelto frecuente verles posar sobre estatuas, hitos arquitectónicos o murales. Van a los museos y en vez de presenciar y sentir el arte; posan. Se paran frente a los oleos y se fotografían semidesnudos, algunos incluso se deshacen de su minúscula ropa interior y en cueros, se retratan para el deleite de sus fans. Así era su pobreza, lo único que tenían para ofrecer era piel. Lo mejor de mi, son las horas que paso ejercitándome frente al espejo, son como seis diarias -me dijo una muchacha que entorpecía mi visión de un cuadro de Bravo con sus piernas entreabiertas. El resto del tiempo, poso para mis admiradores. ¿Me admirarías? Y la admiré, tres segundos. Y posteriormente algunas noches. Para ella, vestirse era como dormir. Una vez que la vestías simplemente desaparecía. No había nada más en ella, que piel. *

El primer paso es tirarse un paso. (O la humanización del hombre errante)

Estar en éste universo no implica necesariamente ser parte importante de el; si no, pregúntenle al señor Kast que llevó a sus hijos al metro para que "conocieran" como se mueve la gente. ¿Cachai lo que es vivir en Santiago y no saber qué es el metro? Un auto es un tipo universo. Uno que te traslada, te lleva, te aleja, te esconde... te enajena. Es un mundo privado, externo a lo que piense la gente, al clima, al clamor de hambre del vagabundo de la esquina, al grito de auxilio de la muchacha del callejón, al reggueton y al rock, al amor y al odio, a lo lindo y lo feo, a todo lo que compone nuestra sociedad. Es una burbuja. Es una pared. Es la anteojera del hombre "libre". Libre, con la libertad de alienarse de la sociedad, de escapar de ella y perderse absolutamente en otras cosas que no tienen relación con ella y que te lleva a tener pensamientos hueones como poner globos con cámaras o mimos en las discoteques. Pa' mi que es el aire viciado del a...

El escondite

- Gracias por tu breve compañia. Yo lo estaba mirando todo, desde que saliste  hasta que llegaste acá. Papá te dio desayuno, te hizo cariño y volviste a dormir. Despertaste a jugar un rato, recorriste la casa de lado a lado y saliste al patio. Te perdió de vista ahí. En la tarde sintió tu ausencia, te buscó en los lugares donde solías jugar y no te encontró; te llamó, no respondiste. Después su búsqueda se hizo mas rara, deshizo su cama, abrió el refrigerador, abrió la lavadora y hasta el microondas. Nada. Buscó en todas partes... menos en el cielo. Por eso no te encontró.

La culpa es del viento

El viento me trajo tu recuerdo. No fue un olor, ni toda la música que alguna vez oímos juntos. Ni una risa que es como la tuya, de esas que se oyen sobre las multitudes... Fue el viento. No fue un recuerdo del comienzo o del fin; fue un recuerdo breve, una aparición fugaz de uno de esos momentos en donde no existe más que tu y yo. El viento sopla ahora como soplaba ese día mientras te obsequiaba esa flor que colocabas en tu cabello; un horroroso cliché, lo se, pero ambos coincidíamos en lo mismo: los treinta son los nuevos quince, y a los quince ¿tiene menos sentido, acaso? No, tenía todo el sentido del mundo. El viento despeina tu larga cabellera y sonríes, yo también sonrío. Apenas si veo tu cara, tu bebes y yo también. La arena negra se nos cuela por entre las zapatillas mientras caminamos. Paramos y nos las quitamos, eso fue lo primero que nos quitamos esa tarde en la playa.  Y ahí estás en mi memoria, con el cielo que rompe a llorar en cualquier segundo como telón de fon...

Érase una vez una tordo

Llegó a mi vida un día domingo; herida, yacía tendida sobre la cama en el momento en que llegué. La saludé con todo el respeto que una persona le puede profesar a un pequeño animalito herido y sin habérmelo propuesto, me dediqué a cuidarla. Recuerdo con particular ternura ese caluroso día de octubre; lo recuerdo porque mientras ella tiritaba, yo me despojaba de parte de mi ropa y la idea hasta el día de hoy, me parece un poco onírica. Y ella tendría que volar, ¿Que mas podía esperar? ¿Quién en su sano juicio hubiese tratado de domesticar a esa hermosa ave tornasolada? Sólo yo...  Debo decir a mi favor, que la ventana siempre estuvo abierta, en espera del día en que ella abriera sus alas y emprendiera el vuelo; simplemente, no pensé que sería tan luego. Yo quería que sanara, yo quería que volara... pero a mi al rededor; lejos también, nunca tuve un afán mezquino. Que se posara en mi hombro y escuchar su gorjeo hasta el final de mis días, y olvidé completamente que era un ave. ...

Pecera

Zapatos lustrados, camisa planchada y curriculum bajo el brazo. Así partían mis lunes desde hace ya tres meses. El bocinazo, la entrevista, el apretón en el metro, la gente grosera, el calor, la caminata, mas entrevistas y para finalizar un “lo llamaremos”. Mi semana tenía siempre el mismo rito; hasta que un día, sin querer me senté en una de las bancas de Apoquindo y la vi, la mas grande de las peceras que haya visto jamás. Prendí un cigarrillo y los vi subir y bajar, algunos negros en espacios reducidos y multitud de otros coloridos seres en vaivenes casi programados, ora estáticos, ora moviéndose desde arriba hacia abajo. Los días viernes, los de color verde siempre desaparecían antes y algunos de los de color azul ocupaban su lugar. Después de una larga jornada de “usted está sobre capacitado” o de “encontramos a otra persona cuyas pretensiones de sueldo se acercan mas a nuestra realidad como empresa”, decidía comprar un café y volar, sumido en lo mas profundo de la co...

Distracción

- Gracias por las 18.000 visitas! Se hundía en lo profundo de esos ojos celestes cada vez que podía. Cuando ella lo observaba era como si el infinito lo absorbiera, como si el y el universo fueran uno solo. Se dejaba llevar por la corriente de su mirada, sus frases lo acariciaban mientras emergía, sus dudas le revolvían quedamente el pelo mientras le intentaba robar un beso a alguna palabra fugaz que oyera volando sobre la superficie. Su preocupación tiñó el celeste de azul y el nadó con la corriente siempre atento a sus cambios de marea, una pena que volaba rasante le guiñó un ojo y este le siguió; se encontró con sus miedos de frente y los disolvió con palabras agudas como espadas hasta que todo se tornó nuevamente celeste y el pudo volver a zambullirse tranquilo en lo absoluto de ese mar. Hey, ¿me estás escuchando?, te noto distraído –Me dijo. Le respondí que si, que nunca había estado mas atento en toda mi vida. No mentía. *